El fanatismo por los muñecos Labubus, esas criaturas de ojos desorbitados y cuerpos blandos que nacieron como un meme y terminaron convertidas en fenómeno global, ha alcanzado un nuevo e inquietante nivel.
Karina, una joven de 26 años residente de Moscú, ha sido noticia esta semana por haber vendido su alma a cambio de 100 mil rublos, aproximadamente 22 mil pesos mexicanos, dinero que, según dijo, destinaría a completar su colección de muñecos Labubus y a comprar una entrada para el concierto de Nadezhda Kádisheva, reconocida cantante rusa.
¿Cómo una broma en redes sociales terminó en la insólita venta de un alma real?
La insólita transacción surgió a raíz de una publicación en tono de broma realizada por Dmitri, un especialista en marketing, en la red social VKontakt. En ella, ofrecía comprar un alma humana por el monto mencionado. La sorpresa llegó cuando Karina respondió afirmativamente y el acuerdo se formalizó mediante un contrato sellado con sangre.
Te podría interesar
Dmitri publicó imágenes del documento y una fotografía de Karina sosteniéndolo, dando un extraño aire de verosimilitud al trato. Aunque muchos lo tomaron como una puesta en escena, lo cierto es que Karina confirmó ante medios locales que recibió el dinero, ya gastó parte de él y textualmente, “no le importa lo que Dmitri haga con su alma”.
¿Puede el fanatismo por los muñecos Labubus llevar a vender literalmente el alma al diablo?
Lo que parecía una anécdota para las redes sociales pronto escaló a un asunto más serio. La Iglesia Ortodoxa Rusa reaccionó rápidamente y condenó el acto, asegurando que vender el alma “no es un juego”.
Te podría interesar
“Karina realmente vendió su alma, es decir, se puso del lado del mal. En el futuro, el pecador oficial podría enfrentar la decadencia moral y personal, la enfermedad, el sufrimiento e incluso la muerte”, advirtieron patriarcas de la Iglesia, instando tanto a Karina como a Dmitri a confesarse y arrepentirse.
Además, recordaron que según la doctrina ortodoxa, quien compra un alma asume simbólicamente el rol del Diablo y por tanto estaría en “grave riesgo espiritual”.
Dmitri, por su parte, declaró no saber qué hacer con el contrato o con el “alma adquirida”: “Fue una broma, pero ahora no sé si reír o preocuparme”.
¿Realmente Karina vendió su alma o es solo un síntoma del absurdo contemporáneo?
Aunque insólita, la historia de Karina no es un caso aislado. La fiebre por los Labubus ha cruzado fronteras y generado una comunidad global de fanáticos dispuestos a casi todo por obtener una colección completa.
En foros, los testimonios van desde personas que han vendido pertenencias de alto valor hasta quienes han terminado relaciones de pareja para seguir invirtiendo en los muñecos virales.
Ante esto, una socióloga cultural explicó: “Los Labubus representan una nostalgia fabricada, una mezcla perfecta entre lo tierno y lo perturbador. No se trata solo de coleccionismo: en el fondo, hay una necesidad emocional por poseer algo que no tiene sentido, que escapa a la lógica y eso es justamente lo que hace que conecten tan profundamente con una generación digital ansiosa y desbordada”.
Mientras tanto, Karina disfruta su nueva adquisición y su lugar como figura central de uno de los fenómenos más extraños del año. “Ya tengo a Labubus Siniestro, Labubus Bailarín y Labubus de Cristal. No me arrepiento”, afirmó.
